lunes, 13 de julio de 2015

DEVARIM 13: Malas influencias

Desde el capítulo anterior (cap. 12), comenzamos la sección en Devarim que consiste en “estatutos y decretos” (heb. Jukim v’mispatim), los cuales regulan la relación con el prójimo. 

En este capítulo se toca un tema muy serio: el peligro de las malas influencias que nos inducen a la idolatría.  Ya habíamos visto con anterioridad la prohibición de tener otros ídolos (Deu. 5:7-8; 7:4; 8:19-20), pero ahora se hablará de lo que se debe hacer con alguien que quiera inducir a los demás a caer en tal pecado…

Las advertencias se relacionan a tres grupos:
1.  profetas
2.  familiares
3.  ciudades

1. Primera advertencia: Referente a personas con don profético. 
(Deu. 13:1-3) Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. 

Mucha gente se deja impresionar demasiado por los profetas.  Ciertamente es un don impresionante, pero los profetas siguen siendo seres humanos y pueden equivocarse.  Aunque una persona sea un profeta verdadero, no debemos dejarnos llevar por “cualquier cosa” que diga.  Más bien, debemos tener discernimiento sobre lo que se profetiza, siempre matizándolo y midiéndolo a la luz de las Escrituras.  Si debemos obedecer a alguien, es a Dios y no al profeta.
(Deu. 13:4) En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. 

La incitación a la idolatría tiene serias consecuencias…
(Deu. 13:5)  Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios que te sacó de tierra de Egipto y te rescató de casa de servidumbre, y trató de apartarte del camino por el cual Jehová tu Dios te mandó que anduvieses; y así quitarás el mal de en medio de ti. 

La idolatría es tomada muy en serio en la Biblia, ya que las consecuencias implican desviar al pueblo y alejarlo de Dios.  Por ello, el castigo por este pecado es tan fuerte.

La advertencia no es sólo contra los líderes proféticos sino también contra personas más cercanas a uno, quienes tienen nuestro oído todo el tiempo…

2.  Segunda advertencia: En contra de los parientes cercanos que quieran hacernos tropezar.
(Deu. 13:6-7)  Si te incitare tu hermano, hijo de tu madre, o tu hijo, tu hija, tu mujer o tu amigo íntimo, diciendo en secreto: Vamos y sirvamos a dioses ajenos, que ni tú ni tus padres conocisteis, de los dioses de los pueblos que están en vuestros alrededores, cerca de ti o lejos de ti, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo de ella… 

Noten que esta invitación a la idolatría se hace “en secreto”, en el ámbito de la intimidad de la casa.  Nadie más se enteraría, pero Dios sí. 
¿Cuál debe ser nuestra reacción ante tal propuesta del pariente cercano?
(Deu. 13:8)  no consentirás con él,  ni le prestarás oído;  ni tu ojo le compadecerá,  ni le tendrás misericordia,  ni lo encubrirás, 

Pero no basta con “no prestarle atención”.  La Biblia dice que esa persona debe ser eliminada de entre el pueblo por la amenaza que implica a la comunidad.
(Deu. 13:9-11)  sino que lo matarás; tu mano se alzará primero sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo.  Le apedrearás hasta que muera,  por cuanto procuró apartarte de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto,  de casa de servidumbre; para que todo Israel oiga, y tema, y no vuelva a hacer en medio de ti cosa semejante a esta. 

Suena demasiado drástico, pero es porque la amenaza es muy seria.  La idolatría es una amenaza que lleva a la destrucción, y por eso debe eliminarse de raíz, de forma similar al cáncer.  El cáncer no puede dejarse en el cuerpo porque se corre con el riesgo real de que la enfermedad se extienda a los órganos sanos.  Así como se debe extirpar el cáncer, de igual manera se debe eliminar la idolatría dentro del pueblo de Dios, y lo mismo debe hacerse con aquellos que lo incitan.

Anteriormente vimos que Dios prohibió a los israelitas unirse con los idólatras de Canaán.  Les prohibió entrar en alianzas con ellos y en matrimonio, no porque los israelitas fueran “mejores personas” sino porque existía el peligro de que los israelitas cayeran en idolatría por asociarse con esos pueblos paganos (Deu. 7:1-6).  Si los israelitas se comportan como los idólatras cananeos, a ellos les irá igual…
(Deu. 8:19)  Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis.

Debemos entender que Dios no quiere la muerte de nadie…
(Ezequiel 18:32)  Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor;  convertíos, pues, y viviréis.

En última instancia, la decisión es de cada uno (Deu. 30:15-20).  Si otros escogen la muerte, es su problema; pero uno debe escoger la vida, y esto incluye mantener la comunidad limpia de cualquier idolatría.  En este capítulo (Devarim 13), el Señor invita a los israelitas a unirse a su plan de limpieza de Israel.

3.  Tercera advertencia: Está relacionada a ciudades enteras que han caído en idolatría…
(Deu. 13:12-13) Si oyeres que se dice de alguna de tus ciudades que Jehová tu Dios te da para vivir en ellas, que han salido de en medio de ti hombres impíos que han instigado a los moradores de su ciudad, diciendo: Vamos y sirvamos a dioses ajenos, que vosotros no conocisteis…

El texto hace referencia a unos individuos que los describe como “hombres impíos”.  En hebreo es: Bnei Belial, que literalmente significa “hijos de Belial”. Belial se traduce como alguien malvado, “bueno para nada”.  La Septuaginta lo traduce como “hombres sin ley”.  La Biblia los define como: hombres que no conocen realmente a Dios (1 Sam. 2:12).

Pablo hace referencia al concepto de Belial en su carta a los corintios:
(2 Corintios 6:14-18)  No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque  ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

Aquí habla Pablo del principio de separarse de “los hijos de Belial”, los que han rechazado a Dios y no se quieren someter a Él.  De ellos debemos separarnos.

Pero en la Tierra Prometida, Dios pide un estándar más alto, que no sólo es en sentido espiritual sino literal.  Si hay “hombres impíos” en una ciudad, y ellos están incitando al pueblo a servir a otros dioses, entonces el Señor instruye que se haga lo siguiente:
 (Deu. 13:14-15) …tú inquirirás, y buscarás y preguntarás con diligencia; y si pareciere verdad, cosa cierta, que tal abominación se hizo en medio de ti, irremisiblemente herirás a filo de espada a los moradores de aquella ciudad, destruyéndola con todo lo que en ella hubiere, y también matarás sus ganados a filo de espada. 

Este mandato suena muy drástico, pero a la luz de la Biblia es completamente necesario.  Si un pueblo entero no eliminó a los idólatras entre ellos es porque les encubrieron o porque ellos mismos están en lo mismo.  Cuando la idolatría logra propagarse en una ciudad, es porque ese cáncer espiritual ya llegó a contaminar a toda la comunidad.  Por lo tanto, Dios ordena que sea eliminado todo el mal.  Es necesario resaltar que se llegará a esta conclusión luego de una exhaustiva investigación y de haber pasado por todas las instancias legales.  El dictamen para matar a otro debe provenir sólo de las cortes de justicia, nunca de un individuo ni por “revancha popular”.

NO SE QUEDARÁN CON NADA
El castigo por la idolatría en una ciudad no implica solamente la muerte de los habitantes, sino la destrucción de todo.  
(Deu. 13:16)  Y juntarás todo su botín en medio de la plaza, y consumirás con fuego la ciudad y todo su botín, todo ello, como holocausto a Jehová tu Dios, y llegará a ser un montón de ruinas para siempre; nunca más será edificada. 

Los israelitas no se debían quedar con NADA de la ciudad idólatra, para evitar contaminación. 
(Deu. 13:17-18)  Y no se pegará a tu mano nada del anatema, para que Jehová se aparte del ardor de su ira, y tenga de ti misericordia, y tenga compasión de ti, y te multiplique, como lo juró a tus padres, cuando obedecieres a la voz de Jehová tu Dios, guardando todos sus mandamientos que yo te mando hoy, para hacer lo recto ante los ojos de Jehová tu Dios.

APLICACIÓN HOY
¿Cómo puede aplicarse esto al día de hoy?  El apóstol Pablo nos enseña una forma de aplicar este principio hoy en día.  Luego de hablar sobre un caso que se dio en una congregación en Corinto (1 Cor. 5:1-8), Pablo explicó lo siguiente:
(1 Corintios 5:9-13) Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios;  no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.  Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.  Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?  Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.

Definitivamente no nos compete a nosotros “eliminar” a todo idólatra del mundo; pero lo que sí debemos cuidar es de mantener nuestras casas e iglesias libres de idolatría y de malas influencias.  Si alguien en la iglesia está haciendo algo incorrecto que podría contaminar a la congregación, entonces debe ser confrontado (siguiendo el orden que Jesús enseñó en Mateo 18:15-17).  En caso que no quiera arrepentirse, debe ser expulsado de la congregación, y debemos apartarnos de ese individuo.
(2 Tes. 3:6)  Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros.

Tanto en tiempos de Moisés como en los días de Pablo, el principio es el mismo, al igual que lo es el día de hoy: destruyamos toda idolatría entre nosotros, y apartémonos de toda mala influencia que pudiera inducirnos a pecar contra Dios. 


*  Más lecciones de Deuteronomio: DEVARIM (Deut.)

*  Clase de Biblia en audio: DEVARIM AUDIO


1 comentario:

  1. Es un estudio muy interesante por que es verdad que en las congregaciones hay muchos comentarios malos entre hermanos

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